“A las 17.00 en primera y a las 17.30 en segunda convocatoria”. Resulta familiar, ¿verdad? En multitud de ocasiones me he preguntado acerca del sentido de ese “tiempo extra o de propina” con el que nos regalan las “segundas convocatorias” de las reuniones. Un maravilloso guiño a eso tan nuestro de los “10 minutos de cortesía” para comenzar una conferencia, o a la aproximación del “más o menos” para cuantificar el tiempo de una sesión de trabajo o los asistentes a un foro académico.
Muy nuestro eso de la cortesía o de la aproximación. Y muy de “los demás” eso de la precisión y del dato concreto. Por ello me encanta que me citen a las cinco, pero vaya a las cinco y media y no pase nasa. Es más, si llego a las cinco sí pasa: pasa que permanezco media hora mirando las musarañas o hablando del tiempo con el otro incauto que se ha precipitado llegando media hora antes; o sea, llegando a la hora fijada para el comienzo de la reunión.
Confieso que, en estos tiempos de fría precisión y de calculadora organización de tiempos y espacios, me resulta reconfortante encontrarme con ese sugerente brindis al pasado, a nuestro pasado tan “nuestro”, como es ese bonus de tiempecillo que viene de la mano de la “segunda convocatoria”. Pero cuidado, que esos “demás” están al acecho. ¿Qué te apuestas a que, en aras a la gélida optimización y eficiencia, nos lo acaban quitando? Entretanto, ¡viva la segunda convocatoria!
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales de ECM