En este mes de febrero, superamos los dos años y medio de legislatura del actual gobierno de la Comunidad de Madrid. Una legislatura iniciada en verano de 2015, con el anuncio entusiasta del inicio de la negociación de un acuerdo educativo que, tras distintas fases y diversas situaciones, sigue hoy estando abierta e, incluso, incierta.
Escuelas Católicas de Madrid sigue anhelando el acuerdo. Un acuerdo en el que quepan todos los agentes y actores educativos. Un acuerdo que se sitúe claramente en un ámbito de calidad, equidad y libertad, es decir, dentro de la Constitución y del sentido común e interés general, y que sirva para inyectar a nuestra educación madrileña un impulso de renovación, así como una financiación extraordinaria que permita alcanzar diferentes objetivos de mejora. Un acuerdo inclusivo, no excluyente, y que sea negociado con luz y taquígrafos por todos los representantes de la comunidad educativa. Un lugar como el Consejo Escolar de Madrid, sin ir más lejos.
Ni que decir tiene que alterar esos principios elementales de inclusión y transparencia puede dificultar muy seriamente que la negociación llegue a buen puerto. Como siempre hemos dicho, todos deben/debemos estar en la letra y número del acuerdo. Sea de forma más o menos explícita, pero el acuerdo no puede marginar o ignorar a parte del sistema. Y su negociación no puede, ni mucho menos, generar nuevos procesos de diálogo por encima (o por debajo) de los desarrollados oficialmente en el seno del Consejo.
Esperemos que esa comprometida inclusión y la seriedad en el proceso de negociación den lugar a la deseada firma de un acuerdo que sea de todos. Y esperemos que sea pronto, porque en caso contrario, cabría sospechar que se están cuestionando tales principios... ¡Que se está pasando el arroz!
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales
