Desde la organización ofrecen cursos gratuitos con prácticas en situación real y partidos los fines de semana respetando, los puentes y vacaciones escolares libres.
Difícilmente puede entenderse la relación existente entre un centro docente y la familia que ha escolarizado en él a su hijo o hija, sin que ésta venga impregnada de confianza. Una confianza que exige, entre otros factores, dos que son primordiales: la pluralidad de centros y de proyectos educativos, claros y visibles; y la posibilidad de que las familias puedan elegirlos libremente, sin que las condiciones económicas o sociales menoscaben tal derecho. Y a partir de ahí, ¡confianza! Confianza del centro en la familia, porque actúa, por delegación, en su nombre como principal responsable de la educación de sus hijos. Y confianza de la familia en el centro, porque es una entidad que va a actuar, de forma reglada, profesional y de conformidad con el proyecto educativo establecido por el titular y elegido por la familia, en la educación de sus hijos.
Ahora en los colegios tenemos el problema de las pantallas. Pantallas que sí, pantallas que no y, claro, está cayendo el chaparrón: los padres rebelados, los colegios desconcertados y los alumnos, habitantes de la pantalla, sin azúcar, ni turrón, mientras su mundo crece y crece dentro de sus doce pulgadas.
Vivir para ver: hace seis meses nos imponían una formación y certificación exhaustiva y ambiciosa para alcanzar niveles óptimos en la competencia digital docente, y seis meses después establecen el sello de “colegio libre de pantallas” para acreditar que volvemos al papel y lápiz.
Enésima ofensiva. Recientemente, y con el impulso de la escuela de negocios ESADE, se ha publicado un nuevo y controvertido estudio titulado “El coste del acceso a la escuela concertada en España. Las cuotas que pagan las familias y sus causas”. En él que se analiza el sostenimiento económico de los centros concertados y la participación de las familias en su financiación. Un estudio dirigido por especialistas de la propia escuela y que, por qué no reconocerlo, presenta elementos interesantes y clarificadores, junto con otros que necesitan una mayor contextualización y explicación, para llegar finalmente a unas conclusiones que, en muchos casos, son erradas y propician titulares de prensa sesgados y sensacionalistas.