En la reciente Asamblea de titulares y directores de Escuelas Católicas de Madrid, y ante cerca de 400 responsables de centros, nuestra presidenta pronunció unas palabras que, no por obvias, resultan menos sorprendentes: en concreto, y tras enumerar Sor Concepción alguna de las proclamas que últimamente vienen exhibiendo determinados políticos y responsables públicos, manifestó, con su vicenciana firmeza, que "a la escuela concertada católica NADIE nos regala nada. Sencillamente, tenemos derecho a existir, y lo que es más importante: la sociedad, las familias y nuestros alumnos, tienen derecho a que existamos".
¡Cierto! En estos nuevos tiempos que nos convulsionan, y tras los ecos de estos posicionamientos, tenemos la tentación de dejarnos llevar por su inercia, y acabar imaginando que, tras el concierto educativo, se encuentran titulares y directivos de escuelas ávidos por manejar dinero público y conseguir con ello pingües beneficios empresariales y privativos, haciéndolo de espaldas a una sociedad que acude indiferente a sus aulas, participando así en su particular negocio...
¡Qué inmenso error! ¡Cuánta ligereza en el análisis, y qué forma de invertir el sentido de los derechos y libertades! el concierto educativo es la fórmula que establece, desde el año 1985, nuestro ordenamiento jurídico para hacer posible el derecho a la educación y la libertad de enseñanza reconocida en el artículo 27.1 de nuestra Constitución. Es decir, el concierto revierte directamente en las familias que, de esta forma, pueden elegir el centro y proyecto educativo que resulta acorde a sus convicciones y demandas. Una fórmula que, dada la insuficiente cuantificación de su módulo económico, genera un déficit medio en los centros que alcanza el 49,01 por ciento de sus costes, según la última encuesta realizada por Escuelas Católicas de Madrid. Un déficit, en definitiva, que ahorra muchos millones a los contribuyentes, y que obliga a los titulares y equipos directivos de las escuelas concertadas a hacer malabarismos circenses para llegar a fin de mes...
En fin: que el concierto educativo y nuestra escuela concertada es un beneficio social imprescindible. Un beneficio porque nos ahorra mucho dinero... porque da calidad y pluralidad... porque es equitativo, ya que permite elegir escuela sin que la condición económica actúe como obstáculo... pero sobre todo, porque gracias al concierto, las familias pueden elegir; porque gracias al concierto, nuestro sistema educativo está más cerca de la libertad de enseñanza proclamada por nuestra Constitución, que bebe de principios y tratados internacionales e, incluso, del derecho natural.
Por favor, que unos pocos, llevados por ni se sabe qué tipo de intereses, no arruinen el derecho de todos... El derecho a poder elegir; el derecho a disfrutar de la escuela concertada.
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales