Vivir para ver: hace seis meses nos imponían una formación y certificación exhaustiva y ambiciosa para alcanzar niveles óptimos en la competencia digital docente, y seis meses después establecen el sello de “colegio libre de pantallas” para acreditar que volvemos al papel y lápiz.
Ni lo uno ni lo otro. La digitalización está en la calle. Y la escuela es timón por un lado de la calle, pero también debe ser sensible y guiarse por la corriente de lo que en la calle se produce. Y en la calle, mal que nos pese, hay pantallas, muchas pantallas. En la calle, en las casas, en los amigos… ¿No será mejor que la escuela participe de esa corriente, pero ejerciendo de timón para que no nos inunde?
Ciertamente, la escuela debe contar con pantallas. Pantallas que complementen los procesos educativos, que abran ventanas, que nos transporten a otros mundos, que nos muestren arte, ciencia, tecnología, … Todo, menos que se siga lo del chiste “abran su pantalla por la página 45”… Así pues, ni su imposición absoluta, pero tampoco su soslayo, porque la escuela debe manejar las pantallas y enseñar su manejo responsable. Y porque también tiene que financiar sus infraestructuras, sus plataformas, sus dispositivos. En definitiva, el nuevo tipo de libro que se llama “tableta” o similar, debe tener el mismo régimen económico y de servicios que tienen o venían teniendo los libros y restante material escolar. No parece que pueda entenderse nada distinto.
En definitiva, digitalización sí. Autonomía de centro para definir su proyecto educativo, también. Implantación de los procesos digitales, obviamente (lo impone la ley). Financiación, a falta de financiación desde los poderes públicos, igual que los libros y material escolar. Digitalización, por supuesto, pero con cabeza.
Emilio Díaz
Secretario Regional de ECM