Dos cafés calientes y alboroto inusual; en el bar también servían un “derby”. El “humo” al café lo puso mi amiga; venía del colegio que dirigía: “¡No hay crítica ni un mínimo análisis de la realidad!”, repetía indignada. “¡Falta equilibrio, sentido común!”. Entre sorbo y sorbo y el consabido grito por amenaza de gol, “arreglábamos el mundo” describiendo con cierta preocupación el hombre manipulable de nuestra “débil” sociedad: “Ponemos el futuro y empleabilidad, con exclusión, en la tecnología, lo único que se valora y para la que sólo hay que formar. Las humanidades son estudios débiles que parecen avergonzar y la Filosofía se cuestiona, desconoce o desaparece en la escuela”. “La comodidad, dejarse llevar y el miedo a juzgar y expresar lo correcto, equilibrado, se han instalado lamentablemente entre nosotros; repetimos sin más lo que oímos en los MCS o al superficial y descarado de turno; numerosos “tertulianos” se esfuerzan en los medios con falsos equilibrios evitando posicionarse o afrontar la verdad”: “No tenemos valentía ni libertad para pensar y han desaparecido los intelectuales, críticos y pensadores”. “La credulidad, defendida con descaro e ignorancia, ante remedios para la salud o valoraciones de problemas diarios y la actuación irreflexiva empiezan a manifestarse con demasiada normalidad”…