No resulta difícil “montar” una escuela… Unos cuantos millones de euros, un grupo inversor y financiero, un buen departamento de marketing, una buena piscina, una denominación inglesa, una buena estructura empresarial… Y también, cierta "vista gorda" para admitir jugar con los límites legales marcados por el régimen de conciertos, permitiendo así cobros llamativos a las familias en conceptos diversos y de dudosa voluntariedad.
Durante los últimos lustros, han proliferado este tipo de realidades, promovidas por entidades provenientes del mundo financiero y de otras realidades productivas, todas ellas de capa caída con la crisis del ladrillo, y que encontraron en la educación un sector social, sostenible, moderadamente lucrativo a partir de las permisividades antedichas, y sumamente acogedor…
Es decir, la Comunidad de Madrid ha asistido al crecimiento de la escuela concertada a través de la creación de unos centros que, cumpliendo con las formalidades legales del concierto, vulneran muchos de los fondos de esta realidad caracterizada, ante todo, por compromiso social y educativo. Es decir, el afán de servicio, sustituido por criterios netamente empresariales que, aun legítimos, chocan con los principios de compromiso de que ha hecho gala la escuela concertada a lo largo de su prolongada historia. En definitiva, sustituir vocación educativa y social por servicios mercantiles.
Pero cabe preguntarse… ¿Es esta una realidad nueva que deba perturbar a la antigua propuesta educativa de las instituciones que, en muchos casos, llevan educando e incidiendo en la sociedad durante decenas, incluso cientos de años?... La pregunta está servida, pero la respuesta se irá dictando sobre la marcha, mes a mes, año a año, escolarización tras escolarización…
Todavía está por iniciar el proceso de escolarización para el curso 16/17… Ciertamente, el panorama de la escuela concertada se ha alterado durante los últimos años, lo que incide en los circuitos de demanda de las familias y en los resultados finales de matrícula de los centros. Una circunstancia que, sin duda, debe ser conocida y observada por quienes, a lo largo de la historia, han significado algo o mucho en la evolución social y cultural de nuestros entornos. Y es que suponer alternativa a centros imbuidos en el marketing empresarial y con edificaciones con olor a pintura y cloro de piscinas, no siempre resulta fácil, salvo que hagamos aflorar de forma visible el factor fundamental que distingue al verdadero compromiso educativo, del que encuentra su sustento en estos factores exógenos. Y es que la clave para encontrar la respuesta antes invocada está en un factor tan indefinido e intangible, pero tan fundamental y determinado, como es el alma… El alma de los centros educativos.
Y es que los centros de Escuelas Católicas de Madrid (ECM) tienen lo fundamental, lo determinante para constituir una apuesta educativa con compromiso inequívoco. Los centros de ECM tienen ALMA. Y ese alma es lo que, a lo largo de los años, incluso de los siglos, acredita que nuestros proyectos educativos no son humo; no son pintura ni cloro de piscinas; no son tabletas ni proclamas en inglés, sino que significan acompañamiento, compromiso, apuesta, humanismo cristiano, implicación social, apuesta por el alumno y por su familia, crecimiento integral, transversalidad, implicación…
Las instituciones educativas de verdad, las de toda la vida, deben afrontar un reto definitorio. Demostrar de forma fehaciente y visible, que llegaron a la educación para procurar ese crecimiento integral, esa transformación de la sociedad, ese mundo mejor, más pleno y tolerante, que invocan nuestros proyectos e idearios. En definitiva, ese ALMA que nace del verdadero humanismo cristiano del que beben nuestros proyectos educativos, y que verdaderamente suponen un hecho diferencial y distintivo dentro del panorama educativo madrileño.
Desde Escuelas Católicas de Madrid, renovamos una vez más nuestro compromiso educativo y social, y ofrecemos a las familias, a nuestros alumnos y a nuestros contextos, un compromiso educativo de verdad, basado en la sustancia y en los principios… El compromiso derivado de que nuestras escuelas tienen ALMA. Un año más, y cuando concluya el ya cercano proceso de escolarización, la sociedad madrileña y sus familias terminarán, sin duda, reconociendo la importancia de que los centros educativos gocen de esta dimensión que los hace trascendentes y comprometidos… Que los centros tengan, en definitiva, el ALMA que los convierte en realidades de verdad… Con todo respeto, el resto, mucho nos tememos que sea, en buena medida, HUMO.
Sólo cabe comprobar que, una vez más, las familias desbrocen el grano de la paja… Que el humo no oculte el alma…
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales