Claramente, la llamada “inteligencia artificial” (yo le sigo poniendo comillas por lo de “inteligencia”) es el tema del momento. Un asunto que centra tertulias y conversaciones, sustituyendo en muchas de ellas a cuestiones más recurrentes como puedan ser el futbol o los cotilleos del corazón, o incluso la propia política (que cada vez se parece más al fútbol o a los cotilleos del corazón, todo sea dicho de paso). Es decir, nos encontramos ante el tema de moda, y como tal, no siempre abordado con el rigor y prudencia necesarios.
Pero no nos engañemos: con rigor o sin él, nos topamos con algo que nos invoca lo que podemos entender como “cambio de era”. Y eso a pesar de que los computadores que ganan a los humanos al ajedrez y los ordenadores que calculan procesos complejos con mayor diligencia que las personas nos vienen acompañando desde hace mucho tiempo y forman parte de nuestra vida cotidiana.
Quizá lo que esté en juego es la supremacía del humano. No cabe duda de que, tras cualquier artilugio, por sofisticado que éste sea, siempre encontraremos a un artífice vinculado con la especie homo sapiens. El problema y la diferencia es que su presencia será, cada vez, más remota, más difusa, más incierta… Y efectivamente, ahí si nos podemos encontrar con un ”Yo Robot” que, de la noche a la mañana, ha cobrado autonomía y, por ende, un enorme poder de suplantación de todo lo que es propio de la condición humana.
El colectivo humano, en su dimensión más universal, se enfrenta a un reto cuya mera contemplación produce vértigo. Y la comunidad educativa global, ni te cuento. Y es que es más que posible que la escuela tradicional tenga que buscar nuevos espacios donde esa suplantación sea imposible. Y ay, amigos: ese espacio es el vinculado a la emoción, al sentimiento, al sufrimiento, al gozo, a la risa, al dolor, a la satisfacción, a la aspiración, a la inspiración, al amor, al desamor, a la decepción, a la alegría, a …. Efectivamente, a todo lo vinculado al ALMA.
Honestamente, y de la mano de una imaginación forjada a golpes de películas de ciencia ficción y poniéndome quizá en lo peor, creo que la inteligencia artificial, llevada por su potencial invasor, puede replicarnos y suplantarnos en todo. ¿En todo? ¡No, en todo no! Porque el alma no se sustenta en órganos, en células o en neuronas... El alma y su trascendencia inexplicable, misteriosa y apasionante, no es replicable por máquina alguna. Serán capaces de imitar, plagiar e, incluso, superar, las emociones que parten de neuronas; pero nunca las que nacen de la pura inmaterialidad. Quizá esa parte es la que nos hace verdadera e inimitablemente humanos y, por lo tanto, irreplicables.
¡A ver si ha tenido que venir la inteligencia artificial para demostrarnos científicamente que el alma y, por lo tanto, Dios existen!
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y RR.II. de ECM