Fue bella, profunda, sincera, realista, motivadora,… la concepción de Europa manifestada por el Papa Francisco en su discurso a los líderes de la Unión el pasado 24 de marzo con motivo del 60 aniversario del Tratado de Roma… Pienso que constituye una perfecta definición de contenidos para desarrollar esa “competencia europea” imprescindible en cualquier auténtico “proyecto educativo”, que quiera hoy aparecer como tal.
Francisco busca dar respuesta a “las esperanzas y expectativas de los pueblos europeos”. Propone volver al espíritu de los padres y líderes que, “con su firma, dieron vida a esta realidad humana, política, económica y cultural”. Ellos nos recuerdan que “Europa no es un conjunto de normas, protocolos y procedimientos, sino una concepción de la vida a medida del hombre, fraterna y justa”; que “Europa nace de una manera de concebir al hombre a partir de su dignidad trascendente e inalienable”; que “el alma de Europa se caracteriza por el origen común y los mismos valores cristianos y humanos: dignidad de la persona, profundo sentimiento de justicia y libertad, laboriosidad, espíritu de iniciativa, amor a la familia, respeto a la vida, tolerancia y deseo de cooperación y de paz”. “Los Padres de Europa nos interpelan con su palabra, pensamiento actual, compromiso apasionado por el bien común, convicción de formar parte de una obra más grande que ellos mismos; por la amplitud del ideal que les animaba y por su espíritu de servicio, pasión política y conciencia de que el cristianismo está en el origen de la civilización europea”. Este pasado permitirá discernir el presente y construir el futuro con “vigor y confianza”.
Francisco encuentra en los pilares sobre los que se edificó la Comunidad Económica Europea las claves para que quien gobierne sepa “leer las dificultades del presente, encuentre caminos de esperanza e identifique procesos concretos que aseguren el futuro”:
1. Centralidad del hombre. “Europa encuentra esperanza cuando pone al hombre en el centro y en el corazón de las instituciones. Esto implica escuchar con atención y confianza a los individuos, la sociedad y los pueblos que componen la Unión (luchar contra la separación afectiva entre ciudadanos e instituciones); y significa encontrar el espíritu de familia con el que cada uno contribuye libremente a la casa común (porque Europa es una familia de pueblos)… La UE es unidad de las diferencias y unidad en las diferencias. Las peculiaridades no pueden asustar, ni se puede pensar que la unidad se preserva con la uniformidad. La unidad es la armonía de una comunidad. Hay que redescubrir el sentido de ser ante todo comunidad de personas y pueblos, conscientes de que el todo es más que la parte y más que la suma de ellas”…
2. Solidaridad eficaz. “Europa encuentra esperanza en la solidaridad, que es el antídoto más eficaz contra los modernos populismos que florecen por el egoísmo y la incapacidad de mirar más allá. Hay que volver a pensar en modo europeo para conjurar el peligro de la gris uniformidad o el triunfo de los particularismos. La solidaridad está compuesta de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo, sea cual sea la condición en la que se encuentre; implica conciencia de formar un solo cuerpo y capacidad de simpatizar con el otro y con el todo”.
3. Apertura al mundo. “Europa encuentra esperanza cuando no se cierra en el miedo a las falsas seguridades. Su historia está fuertemente marcada por el encuentro con otros pueblos y culturas; y su identidad es y ha sido identidad dinámica y multicultural. Implica capacidad de diálogo a todos los niveles. No se puede gestionar la crisis migratoria como si fuera sólo un problema numérico, económico o de seguridad. La cuestión migratoria platea una pregunta más profunda: ¿Qué cultura propone Europa hoy?. El miedo que se advierte está causado por la pérdida de ideales. Sin una verdadera perspectiva de ideales, acabamos siendo dominados por el temor a que el otro cambie nuestras costumbres, nos prive de las comodidades adquiridas y ponga en discusión un estilo de vida basado en el bienestar material. La riqueza de Europa ha sido siempre su apertura espiritual y la capacidad de plantearse cuestiones fundamentales sobre el sentido de la existencia. Parece como si el bienestar conseguido le hubiera recortado las alas y le hubiera hecho bajar la mirada. Europa tiene un patrimonio moral y espiritual único en el mundo que merece ser propuesto con pasión y renovada vitalidad, y que es el mejor antídoto contra la actual falta de valores”.
4. Búsqueda de la paz y desarrollo. “Europa encuentra esperanza cuando invierte en el desarrollo y en la paz. El desarrollo no es el resultado de un conjunto de técnicas productivas, sino que abarca a todo el ser humano: dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, posibilidad de acceder a la enseñanza y a los cuidados médicos. El desarrollo es el nuevo nombre de la paz porque no hay verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria; donde falta el trabajo o el salario digno, donde abunda la droga y la violencia”.
5. Apertura al futuro. “Europa encuentra esperanza cuando se abre al futuro. Cuando se abre a los jóvenes, ofreciéndoles perspectivas serias de educación, posibilidades reales de inserción en el mundo del trabajo. Cuando invierte en la familia, primera y fundamental célula de la sociedad. Cuando respeta la conciencia y los ideales de los ciudadanos. Cuando garantiza la posibilidad de tener hijos, con la seguridad de poderlos mantener. Cuando defiende la vida con toda su sacralidad”.
60 años equivale a la plena madurez. “A diferencia de los 60 años humanos, la UE no tiene ante sí la inevitable vejez, sino la posibilidad de una nueva juventud”… Ahí es donde tiene sentido conjugar los tres grandes conceptos de nuestro título: Europa, Humanismo, Educación. No es posible eludir ya en los centros la educación de verdaderos ciudadanos europeos, buscando el desarrollo integral de la persona con los valores del humanismo cristiano.
José Antonio Zazo Sánchez
Responsable de FP en ECM