A ver, voy a ser muy rápido, escribiendo palabras como si de un excell se tratara, por que se persigue eso: que tras cada palabra, haya un significado; un significado veraz. Y que al final, todo cuadre. ¡La importancia de la semántica, vaya! Porque no se trata de trilerismo; no se trata de prestidigitación... Se trata de llamar a las cosas por su nombre, y más si lo hacemos en un contexto dramático como el que vivimos, que exige por nuestra parte, cuando menos, la máxima honestidad moral e intelectual.
¡Sí! Se trata de salir al paso de ciertos pescadores en río revuelto, de ciertos chapoteadores en el barro, de ciertos oportunistas que se mueven bien en la tragedia... Se trata, en definitiva, de que si hablamos de gratuidad, sepamos de qué hablamos; si lo hacemos de cuotas, hablemos de cuotas; si lo hacemos de precios, pues obviamente nos refiramos a los precios; y su hablamos de donaciones, pues hablemos de donaciones. Perogrullo, ¿verdad? Pues fíjese que, a pesar de serlo, les invito a que compartan conmigo unos minutos para que rellenemos juntos el "excell semántico" del concierto. Venga, empezamos.
¿Gratuidad? Ciertamente, en el caso del centro concertado, la enseñanza reglada es gratuita. Se financia con los presupuestos generales destinados a la educación. Pero por desgracia, se financia mal. Según estudios públicos y privados, difícilmente discutibles, el módulo de los conciertos llega a la mitad, más o menos, de los costes soportados por el funcionamiento de un centro concertado tipo. Es como si el dinero percibido permitiera pagar la luz, la limpieza y la recepción hasta el día 20 de cada mes, más o menos, quedando el resto a la intemperie. Pero bueno, ese es otro tema... ¿o no? Por cierto, la enseñanza reglada y la actividad lectiva se mantienen durante el confinamiento. A distancia, pero se mantiene. Dato importante.
Y el precio... ¿Qué es un precio? Es el valor pecuniario en que se estima algo; contraprestación dineraria que se abona por la donación de un bien o la prestación de un servicio. Ejemplo claro en el ámbito de la educación concertada, donde acabamos de ver que la actividad reglada es gratuita, lo tenemos en el precio del comedor, en el precio del transporte, en el precio del material escolar, en el precio de la actividad de Judo, etc. Es decir, es el caso de los precios por las actividades no estrictamente lectivas, como son las complementarias o extraescolares y los servicios, y que vienen reguladas en la propia normativa del concierto, que exige su autorización administrativa o del consejo escolar.
¿Y la cuota? Pues viene a ser sinónimo de lo anterior. La Real Academia lo define como parte o porción fija y proporcional, o como cantidad pagada habitualmente a asociaciones, comunidades, etc. Es decir, el concepto habitualidad nos sitúa más en el ámbito de pertenencia, de la afiliación. Es el caso de las cuotas que las AMPAS perciben de los padres y madres asociados en las mismas.
Y entonces, ¿la donación? Pues aquí, en cambio, el concepto contraprestación desaparece, para quedar sustituido por el de "liberalidad". Libertad de alguien para transmitir o aportar voluntariamente algo que le pertenece a favor de otra persona que lo acepta. Apreciará el lector que la liberalidad queda reñida con la contraprestación... Es lo que se ha venido llamando normalmente "aportación voluntaria".
Si esto lo aplicamos a la situación actual de dramático confinamiento y, por lo tanto, a la suspensión de determinadas actividades no lectivas y extraescolares, y de ciertos servicios en los centros, nos encontramos con la más que probable suspensión de los precios, ya que no hay servicio o bien que contraprestar. Una suspensión que, en cambio, no afecta a las donaciones que, al igual que siempre, están únicamente sometidas a la liberalidad o voluntariedad del donante. Unas donaciones que, a diferencia con los precios, no son finalistas ni están vinculadas a un fin concreto, sino que únicamente persiguen que la entidad receptora o donataria, normalmente las congregaciones, fundaciones o entidades titulares, las destinen a un fin propio y previsto en sus estatutos, es decir, a un fin asistencial, humanitario, social, sanitario, educativo...
En definitiva, la aportación voluntaria, a la que equívocamente se han referido algunos como cuotas o precios, siguen un itinerario diferente, ya que pueden ir destinadas a obras o misiones en Libia o en Centroamérica, a proyectos sociales en España; a programas educativos en el propio Madrid, o también, por qué no decirlo, a que el propio centro llegue a fin de mes y no deje colgado el pago de la luz el día 20, y también durante los diez días que quedan hasta el 30 hay que consumir calefacción, hay que iluminar las aulas, hay que pagar la recepción, o hay que limpiar y desinfectar los baños y pasillos.
No nos engañemos, no hagamos "trilerismo semántico": los precios de comedor y actividades sirven para cubrir esos fatídicos "diez días" de intemperie. Y las donaciones o aportaciones, en muchos casos también. La suspensión de los primeros en estos tiempos de confinamiento parece clara. La de las segundas, depende de la voluntad libre de cada cual. Pero el sostenimiento de la misión o del programa, o la calefacción, la luz y la recepción del colegio, hay que seguir pagándolos. La suspensión de los unos ya causa daño; el apagón de las donaciones, también, con la diferencia de que éste puede producirse en cualquier momento, bastando para ello la voluntad del particular.
Cabe desear que, desde esa liberalidad, el confinamiento no impida el desarrollo de esta colaboración comprometida. Que el compromiso que se traduce en colaboración económica importante para los fines sociales, humanitarios, inclusivos o educativos de la institución se mantenga, con independencia de la mayor o menor actividad del centro. En definitiva, que quepa continuar con la donación en estos tiempos de confinamiento.
Emilio Díaz
Resonsable de Comunicación y Relaciones Institucionales en ECM