Transcurrido ya el periodo electoral, y conforme se van conociendo los resultados de los comicios, podemos comentar con más "desenfado" el affaire de los 2.9 millones de euros que querían "birlar" a la concertada en los presupuestos de Madrid.
Efectivamente, en nuestra Comunidad hemos vivido uno de los sucesos más chuscos que cabe imaginar. Y es que ya se sabe: la realidad siempre supera la ficción. ¿Que cuál sería la ficción? Pues imaginemos una partida de cartas. Ponga el lector el juego, aunque yo le recomendaría algo castizo, con arraigo madrileño... julepe, mus, brisca, tute... Lo que usted desee. Prosigamos en la ficción. Recreemos una partida con efluvios aguardentosos y protagonistas a los que difícilmente divisamos entre la humareda de los cigarros consumidos ávidamente por los actores del reparto que son cuatro, se me olvidó decirlo. En esto que, en pleno juego, uno sugiere con el gesto la necesidad de robar cartas con las que resolver la aparente pobreza de su bagaje; los otros dos no ven dificultad en favorecer la acción, incluso manifiestan apetencia evidente; y el cuarto, quizá el que más seguro andaba con las suyas, se presta a facilitar el movimiento, haciéndolo público en el justo momento en el que el primero de los ejercientes, es decir, el que deja creer necesidad con la mirada, revela que va sobrado y que quiere mostrar su juego, dejando a este último con la expresión de sorpresa que tan bien refleja el emoticono de ojos redondos y enormes del whatsapp... Es decir, lo que comúnmente se entiende como quedar con "el flequillo al aire"... (¡sí, ha leído bien... he dicho flequillo, no confunda usted, hombre!).
Pues eso, más o menos, pero sin jugarse unos cafés o el "solysombra", sino un buen pellizco del crédito autonómico de conciertos, es lo que ha acontecido en la tramitación de la ley de presupuestos de la Comunidad de Madrid para 2016. Unos, los del gobierno, sugieren necesitar financiación para las universidades; otros, los dos de la oposición, comparten la necesidad y aprecian "casualmente" que el mejor lugar de donde nutrirla son los fondos de la escuela concertada; y el cuarto en discordia, quizá victima de cierto "candor", se ofrece a gestionar el trasvase de cantidades, nada menos de 2.9 millones de eurazos, mediante una enmienda transaccional creyendo así que resolvía un problema y lideraba una operación de consenso, a costa de un sector, el de la concertada, de natural discreto, laborioso y poco protestón... ¡Craso error!
El final de la partida ya es conocido: el plante del actor principal obliga al otro, a este último, a retractarse y dar marcha atrás, evitando así una merma sustanciosa de las ya exiguas finanzas de la concertada. Unas finanzas que el gobierno había hecho crecer en sus grandes cifras, pero que en las pequeñas (las del módulo de conciertos, las que verdaderamente importan) perpetuaban la congelación y, con ello, la insuficiencia de partidas como los "otros gastos", la orientación escolar o la devolución de los conciertos a la FP de grado superior.
En fin, que la política, como la brisca o el tute, está llena de "pícaros" y de "primaveras", dicho sea con el debido respeto... Y que en esta operación, unos han ido de "listos", y otros de "listillos"... Quién sabe si estos últimos están haciendo cuentas y atribuyen algún pequeño porcentaje de la frustración electoral de la que ahora se habla, a este "escarceo" con la concertada. Y es que, señores jugadores, perdón, señores políticos, la concertada es una cosa discreta, es verdad; pero es una cosa que da y quita votos... ¡Muchos votos!
Señores, señorías: si vuelven a jugar, eviten los faroles, por favor. ¡Y sobre todo, eviten jugar con la concertada!
Emilio Díaz
Comunicación y Relaciones Institucionales ECM