Rebajas, rebajas… re-bajas. Volver al colegio después de las vacaciones de Navidad es tan desolador como el enorme cartel rojo que anuncia las rebajas en el Corte Inglés. ¡Bam! De un día para otro, ya no hay luces, ni villancicos, ni belén, ni encuentros familiares, ni Navidad dulce Navidad, ni ya vienen los Reyes, ni peces en el río que beban, porque ha nacido Dios. Solo hay rebajas…
Y los niños nunca entendimos de rebajas, sino de ilusión. Hoy, suficientes años después como para beneficiarme de esas rebajas, “cerrar” la Navidad me sigue creando la misma sensación de nostalgia, y ese cartel rojo, tan poco lucido, idéntica antipatía. Se acabó. Poco a poco volveremos a retomar la rutina (bendita rutina, por otra parte), guardaremos los adornos navideños, y el turrón (siempre sobra); nos olvidaremos de jugar con todos esos “juguetes” que llegaron de Oriente; y Jesús dejará de nacer. Por cierto, Jesús… Que algunos no saben muy bien a cuento de qué, ni de quién, han engordado 3 kilos, se han gastado toda la paga extraordinaria y aún tienen colgada una verbena de espumillón por las lámparas. Por supuesto que no todos vivimos la Navidad de la misma manera, pero no deberíamos obviar tan alegremente su verdadero sentido; resumirlo a la jarana y el despilfarro; vamos, venga al caso, rebajarlo.
El problema es que cada vez se adelantan más las rebajas; no me sorprendería que llegara el día en el que el enorme cartel inaugurara la Navidad, en vez de despedirla. Fun fun fun... Sin intención de dar más ideas, solo añado, por si ha de tenerse su opinión en cuenta, que seguramente a Él, como niño, tampoco le gusten nada estos tiempos de rebajas…
Graciela G. Oyarzabal
Departamento de Comunicación