Einstein, el físico descomunal que retorció nuestra comprensión del mundo, hasta darle literalmente la vuelta, dijo: “En toda mi vida no habré tenido más de una o dos ideas originales”. Después o antes, llegaron los señores jubilados que toman café en el bar de la esquina corroborando la teoría con su “pero si está todo inventao”. Y durante, el resto de individuos: amén. Nunca ha sido fácil ser original. La mala noticia es que hoy es imposible.
De los talentos ya habló Jesús hace dos mil años, cuando las “charlas motivacionales” se llamaban parábolas y el PowerPoint era… ¡nada! ya que hubo una vez en que fue posible explicar algo sin PowerPoint, pero claro, de aquel momento no hay videos subidos a Youtube y si te he leído, no me acuerdo. Por eso, libros como “El elemento” (por citar uno de los miles que ocupan la vasta y heterogénea sección de Autoayuda) nos dejan pensativos… “Anda si tengo un talento y ¿cuál será?”.