Seguramente, si mi madre no fuese profesora de Primaria en un colegio, no admiraría tanto su profesión. El profesor no es un trabajador cualquiera, en todo caso, es un extraterrestre cualquiera, pues se acostumbra a un ruido que a todo ser humano volvería loco; entiende letras ilegibles; explica los diez mil porqués sin sentido que le preguntan; y repite y repite y mientras se da cuenta de si fulanito entretiene al de al lado, menganito está en Babia, o el de más allá es más listo que el hambre. Y de aquí para allá, entre clase y clase, entre más fulanitos, más ruido, materias completamente diferentes, “niño siéntate”, acusicas, quejicas, exámenes por corregir, ¡¡silencio!! y encima, sé creativo, innovador, divertido, sonriente, genial… Pero sí, misteriosamente aman su profesión...