Reconozco que durante los últimos días, he disfrutado como un enano leyendo la última entrada de nuestro Blog "día@día". En ella, y bajo el título "Trick or treat? ¡Buh-ñuelo!", nuestra periodista Graciela G. Oyarzábal se mostraba especialmente crítica con la irrupción del fenómeno Halloween y, sobre todo, con el consiguiente desplazamiento de tradiciones y valores arraigados en nuestras costumbres y creencias...
Una reflexión que comparto vivamente, como tantos otros ciudadanos y ciudadanas que sienten una identidad propia, marcada por valores y tradiciones que traen causa de principios profundos, pero también de usos y costumbres que integran la cultura que nos constituye, formada a fuego lento, generación tras generación...
Pero... ¡Ojo! Ese sentido crítico no debe traducirse en un rechazo sin más, en una oposición irreflexiva.., ¡En papanatismo, vaya!... Las culturas crecen y se enriquecen con la mezcla, con la influencia, con el colorido... con puertas y ventanas abiertas que permitan a nuestros principios y valores adoptar fisonomías diversas, diferentes formas de expresión, distintos colores y ritmos... Pero eso sí: con nuestros principios intactos y nuestros valores bien definidos.
La escuela, nuestra escuela, esa escuela con identidad basada en principios y valores, debe ser un espléndido banco de pruebas para poner en práctica esa espléndida sentencia que nos recordaba recientemente Javier Cortés: "cambiar para ser los mismos". En estas páginas virtuales, y en tantos otros foros y espacios, hemos defendido una escuela creativa e innovadora que se adapte a los nuevos tiempos, y que procure con vehemencia dar respuesta a los nuevos retos... Pero igualmente, hemos defendido unos cimientos y pilares sólidos y visibles, que marquen una arquitectura estable, identificable y con propuestas claras.
La anécdota de los festejos de Halloween, a los que se refería Graciela en su post, son una buena excusa para recordar la necesidad de que esas puertas y ventanas abiertas, acompañadas de nuestra actitud inquieta y receptiva, no distraigan esos principios y valores. Que las telas de araña acompañadas de insectos de cartulina, o las calabazas en mesas y alféizares de las ventanas, no nos distraigan de lo que realmente celebramos durante esos días. Que el ruido de sustos y carcajadas provocadas por espectros más o menos siniestros, no perturbe la serena celebración del amor por los que hicieron santidad de su vida... del amor por los que ya no están... del amor hacia nosotros mismos de los que se fueron, como único camino de felicidad de ellos, y de los que quedamos...
Según mis débiles conocimientos de física elemental (sabiamente apuntalados por Juan Carlos García, que me acompaña en esta tarde de viernes), efusibilidad es la propiedad de los gases a expandirse si no son contenidos por un cuerpo determinado. Así pues, y más en nuestra escuela cristiana, seamos propositivos... Tengamos un cuerpo sólido y bien articulado que impida que, durante esos u otros días significados en nuestro calendario escolar, el estertor de la carcajada hueca desplace la sonrisa entrañable que nos origina recordar a un ser querido y dar gracias por la inmensa dicha de haber compartido con él nuestra vida.
En definitiva, que nuestra solidez e identidad sean el cuerpo determinado e identificable que contenga la expansión invasiva de ciertos gases un tanto "psicotrópicos"... Así pues... ¡Ojo con la Efusibilidad en nuestra escuela!
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales