La revolución que la educación está sufriendo en los últimos años no se ha detenido con el Covid; más bien ha aumentado, porque ha sido necesario dar respuestas educativas urgentes y rápidas a la dura realidad. Pero aún quedan muchos temas pendientes en la revolución educativa. Uno de ellos es la renovación del currículo, tanto en las etapas obligatorias como en las postobligatorias.
En esta modificación que necesariamente hay que hacer de los currículos hay, como en otros muchos temas, tantas opiniones como personas que opinan sobre el mismo… por eso antes de “enfangarse” en el tema, sería bueno tener algunos criterios claros.
De un modo incompleto y a debate, propongo los siguientes:
1.- La participación del profesorado en la creación de un nuevo currículo es absolutamente fundamental. El profesorado es quien va a llevar ese currículo a la realidad del aula y por tanto su experiencia tiene que ser un ingrediente que no puede faltar en la confección de ese currículo. Hacerlo sin contar con la experiencia de los profesores sería como si un cocinero trabajara sin tener en cuenta lo que opinan los clientes de su comida: ¡un error imperdonable!
2.- La discusión en relación al currículo escolar no puede ser si hay que aligerarlo o cargarlo, si añadimos más contenidos o quitamos algunos de ellos. La discusión tiene que plantear qué tiene sentido aprender a cada edad y qué ha dejado de tener sentido aunque quizás lo tuvo en el pasado; el currículo tiene que ser significativo. El mundo cambia muy rápido; si los currículos del presente se parecen mucho a los del pasado, hemos de preguntarnos si lo que estamos enseñando tiene razón de ser. Casi cualquier contenido puede tener interés, pero hemos de seleccionar; todo es inabarcable.
3.- Hablar del currículo trae necesariamente la pregunta sobre el papel de la memoria en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Afortunadamente ya hemos pasado la época de despreciar la memoria y la época de colocar a la memoria como la piedra angular de la acción educativa. Nuestro objetivo es que los alumnos aprendan, y eso significa que comprendan; la memoria es una herramienta imprescindible para llegar al aprendizaje y a la comprensión, pero es el medio no el objetivo; y hay otras herramientas. Memorizar no es comprender, pero para comprender necesitamos contenidos interconectados en la memoria que nos permitan llegar a un “insight” del tipo: ¡lo entendí, eso es!
4.- Otra discusión siempre presente es dónde queda el valor del esfuerzo, porque nos solemos polarizar en dos opuestos: pensar que los alumnos más jóvenes huyen del esfuerzo o plantear que todo tiene que ser juego sin esfuerzo. Siguiendo a los sabios clásicos es bueno que busquemos la virtud, que suele estar en el medio de los opuestos. El objetivo es aprender y comprender, como hemos dicho anteriormente; el esfuerzo es imprescindible para aprender y también un valor en sí mismo. Y el juego es la herramienta fundamental que todos, incluidos los adultos, tenemos para aprender; otra cosa es qué tipo de juego planteamos… Jugar y aprender no son excluyentes, y aprender y esforzarse van siempre juntos; el deportista de élite no tiene por objetivo esforzarse al máximo, pero sabe que si no lo hace difícilmente va a conseguir su objetivo: superarse cada día y ganar.
5.- Llevamos mucho tiempo oyendo voces de profesores y directores de colegios a favor de la autonomía pedagógica de los centros. La pandemia y todas las adaptaciones que se han tenido que hacer para interrumpir lo menos posible el proceso educativo durante el Covid, han puesto de manifiesto el valor de la autonomía de los centros para lograr los objetivos educativos; pero quizás sería el momento de recordar que hablamos de autonomía del centro para hacer un proyecto pedagógico lo más adaptado a sus alumnos… no de autonomía para que cada Comunidad Autónoma haga su adaptación del currículo en función de sus intereses políticos y a espaldas de profesores y alumnos.
6.- Plantear el currículo escolar implica que hay que clarificar muy bien los objetivos de cada asignatura: en clave de competencias, de un modo interdisciplinar y con visión de futuro. Solo un ejemplo: los objetivos de la enseñanza de una lengua (propia o extranjera) deben ser que los alumnos aprendan a leer, escribir y hablar en público en esa lengua: ¿qué medios hay que poner para que consigan esos objetivos en cada edad?
7.- Durante estos años estamos asistiendo a un cambio en las metodologías, en la introducción de la tecnología y en la evaluación. El reto no es hacer cambios en estos tres elementos, que ya es un mérito notable y donde se ha avanzado muchísimo; el reto es que entre estos tres elementos haya coherencia. El currículo, como texto jurídico, seguramente no puede garantizar esta coherencia pero sí debe promocionarla y facilitarla; y, de este modo, allana el camino para que los claustros de profesores puedan garantizarla a la hora de diseñar las concreciones curriculares.
La concreción del currículo es, probablemente, tan importante o más que la Ley Orgánica de educación vigente en cada momento. Si no se hace un currículo que tenga sentido estamos volviendo a tropezar, otra vez, en la misma piedra.
Nacho Peña
Escuelas Católicas de Madrid