Aprenderse algo de memoria es como comerse un filete: al poco tiempo no queda rastro ni de lo uno, ni de lo otro. La lección, como tal lección, se olvida, y el filete, como tal filete, desaparece. Ante lo cual podemos afirmar con cierta coherencia lógica deductiva que comerse un filete no sirve de nada.
Lo mejor es jugar con el filete, manipularlo, mirarlo, olerlo, desmenuzarlo, pero ¿comerlo? No, comerlo no. Comerlo sería no haber entendido nada. Más o menos, este planteamiento absurdo es el mismo que degradó a condición de inútil el hecho de memorizar. Y hoy en los colegios se pondera la practicidad, la aplicabilidad, la manipulación (que no digo que no sea valioso) en detrimento de la teoría, la interrelación de conocimientos, la memoria...
Yo tuve la suerte de estudiar a los filósofos, porque tuve la suerte de crecer en un sistema educativo que daba importancia a eso de “estudiar”, y a eso de “filosofar”. Y todos esos filósofos coincidían en la necesidad de aprehender conocimientos con la memoria, pues del mismo modo que el filete se digiere en proteínas que se integran en las paredes celulares de cada uno de nuestros tejidos, la lección Y o Z se digiere en sabiduría que se integra en las paredes mentales de lo que somos: seres pensantes, reflexivos, inteligentes, capaces de interrelacionar esos conocimientos memorizados para vivir más como ser humano, que como ser mecánico. Somos memoria, repito, somos memoria. Por eso, me sorprenden (me asustan) esas voces que defienden una educación al margen de ella, en una sociedad acostumbrada a enfermedades tan feroces como el Alzheimer que nos dan una idea de hasta qué punto la ausencia de memoria asola a una persona, la deja inhóspita…
Recientemente, el filósofo George Steiner decía en una entrevista: "Estoy asqueado por la educación escolar de hoy, que es una fábrica de incultos y que no respeta la memoria". Ay George… (si me permites la cordialidad) cuánta falta nos haces… en mundo tendente a formar seres vacíos, minimizados, comprimidos, que ocupan el mínimo espacio pensante, funcionando al máximo nivel operativo…
Que sí, de verdad, lo prometo: que el saber no ocupa lugar… Yo lo estudié…
Graciela G. Oyarzabal
Departamento de Comunicación