Escuelas Católicas de Madrid

¿Cuántas te han quedado para septiembre?

¿Cuántas te han quedado para septiembre?

Parece mentira, pero esta frase, junto con algunas otras igualmente clásicas que hacían referencia a los exámenes de septiembre, acaban de pasar a la historia. Y es que, como el avezado lector sabe, a partir del recién inaugurado curso, estos "exámenes de septiembre" se van a celebrar en el mes de junio, es decir, algunos días después del final de las actividades lectivas.

Sin duda, las pruebas extraordinarias no hacían de este mes un tiempo del calendario especialmente "agraciado". Y eso que los exámenes competían con otros fenómenos no gratos, como puedan ser el fin del verano, el cierre de las piscinas, la llegada del fresquito o, por supuesto, la reincorporación a las tareas cotidianas con la consiguiente "depre" postvacacional.

Efectivamente, los exámenes contribuían a aportar a septiembre un cierto aire "maldito", del que ahora, en cambio, parece haber quedado desprovisto. O sea, que septiembre sin sus exámenes se nos queda un tanto huérfano, un tanto vacío... como un jardín sin flores, vaya... por mucho que las flores en cuestión pudieran tener espinas en su tallo.

¿Una buena noticia? Pues eso parece, a juzgar por la algarabía con la que buena parte de la comunidad educativa ha saludado esta reforma histórica de nuestros ritmos y tiempos académicos. Un alborozo que se hizo patente en valoraciones oficiales de propios y extraños, que veían en esta medida una fórmula para garantizar el descanso y solaz de alumnos y familias durante los meses estivales. Por mi parte, nada que objetar. Bueno, ¿Nada?...

Mire usted, querido lector: soy padre de familia, y algunos de mis hijos compaginan la virtud de ser jóvenes excelentes, con el "defecto" de no ser, hoy por hoy, los mejores estudiantes del mundo. O lo que es lo mismo y hablando en plata: que les quedaron algunas, por no decir varias, para septiembre. Sin duda, ello ha supuesto un trastorno personal y familiar... Pero también ha permitido tiempo, tiempo abundante y precioso, para que ellos cobren distancia respecto de lo acaecido durante el curso, adquieran cierta perspectiva sobre sus "fracasos académicos" y, finalmente con la mente recuperada y animo recobrado, alcancen los objetivos que les han permitido saldar la deuda con éxito.

Francamente, me permito dudar que esa modesta catarsis se pudiera haber producido en los escasos quince días que median entre la evaluación final de primeros de junio y las pruebas extraordinarias que se celebrarán en torno al 25 de ese mes. O lo que es lo mismo: los exámenes de septiembre, realizados en septiembre, tienen algo de castigo (quizá tampoco esto sea malo)... Pero también tienen algo, quizá mucho, de oportunidad. Oportunidad para el alumno que no alcanzó objetivos; Y quizá también oportunidad para su familia, que solidariamente padece en parte el castigo, pero que también solidariamente participa y se siente protagonista de ese trabajo de recuperación. Y es que eso de suspender, de no cumplir, no puede quedar indemne para el protagonista, pero quizá tampoco para su entorno.

En fin, que no quiero polemizar y, además, me temo que de poco serviría... Pero, no obstante, y a título estrictamente personal, permítame el lector que albergue mis dudas acerca de la bondad y justicia de la medida... porque eso de dejar a septiembre sin sus exámenes de septiembre, es como dejar un jardín sin flores, por muchas espinas que estas flores puedan tener.

Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales ECM

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