Escuelas Católicas de Madrid

Más poderosos que cualquier riada

Más poderosos que cualquier riada

Lo recordaré siempre, lo sé. Me sucedió lo mismo con el 11-M o con el terremoto de Lorca. Recuerdo perfectamente donde estaba, con quién y que sentí en el momento exacto en el que escuché las noticias, porque todo lo que te impacta no se olvida.

Ayer, a las tres de la tarde, cuando Vicente Valles me informaba de la devastadora Dana, que ya es la más mortífera del siglo, triste y sin capacidad de reacción ante unas imágenes de otro lugar, de otro mundo -quizá de nuestro nuevo mundo-, callada, impotente y paralizada, me sobresaltó un estruendo. El cierre de un antiguo Dia, debajo de mi casa, se levantaba con tanta fuerza que me hizo a mí también levantarme del sofá para ver qué pasaba. De fondo, seguían las imágenes de coches apilados, de rescates in extremis, de agua manchada, herida… y bajo mi balcón un grupo enorme de gente entrando “¿en el Día?” “¿Es que van a abrir un negocio nuevo?”. Me quedé observando, igual de quieta que ante la televisión, mientras aquellas personas, la mayoría muy jóvenes, se movían muy rápido, entrando y saliendo del local, trayendo cajas, organizando mesas… “¿Qué hacen…?” El telediario terminó. Se apagó el horror, pero aquel grupo seguía creciendo, seguía organizándose, unos se iban, otros venían con bolsas llenas de alimentos, de agua, de ropa… En el supermercado me los volví a encontrar. “Estamos recabando artículos de primera necesidad para los afectados por la dana, por si quieres colaborar”. “Dios mío, qué respuesta tan rápida ante la tragedia…”, pensé.

En la caja, con algunas cosas que creí que podían ayudar, una señora mayor me pidió, por favor, si podía dejarla pasar, ya que solo llevaba un producto… “Por supuesto, pase”, contesté. “Es para los chicos de abajo”, me explicó con un bote de Cola-Cao de un kilo en las manos. “Ya había hecho la compra, pero los he visto y he vuelto a subir”. Su gesto me emocionó.

Al volver a casa, el grupo de gente se había multiplicado y las cajas, las bolsas, los coches y furgonetas trayendo y llevando cosas, también. Apenas pararon unas horas por la noche, para continuar con más energía desde primera hora de la mañana, invadiendo la calle de cajas clasificadas y voluntarios organizando el sinfín de productos de primera necesidad que cientos de personas se acercan a traer. En tan solo 24 horas, únicamente desde este punto de Madrid (hay muchos más), ya hay cuatro furgonetas de camino a Valencia y todavía queda mucho por embalar…

Escribo este artículo, observado el trasiego de voluntarios y vecinos que se acercan a entregar todo lo que pueden y no dejo de pensar que lo realmente impactante de nuestro maravilloso país, de nuestros ciudadanos, lo que nos hace invencibles ante el desastre más salvaje, es la cualidad innata de protegernos unos a otros, de cuidarnos... Por eso, a todos los afectados… ¡fuerza valientes! Nuestro corazón y nuestra solidaridad siempre serán más feroces y más poderosos que cualquier riada.

Graciela G. Oyarzabal
Departamento de Comunicación

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