Vivimos momentos azarosos, inciertos, inquietantes y desasosegados... Los acontecimientos vividos estos últimos días, que tanto tienen que ver con la Educación y a los que se refería magistralmente Graciela G. Oyarzábal en su post del lunes titulado "Un abrazo dependentista" nos sumen en una profunda preocupación teñida de un cierto pesimismo... Pero mira tú que, cuando menos te lo esperas y cuando no viene a cuento, te encuentras con sorpresas que te arrancan una leve sonrisa y una sutil y refrescante brizna de optimismo...
Y es que, durante los últimos días y fuera de ese ámbito dependentista/interdependentista/independentista al que me acabo de referir, hemos redoblado, cabría quizá decir que requeteredoblado, nuestra actividad de relaciones institucionales, esta vez en el mundo político, precisamente. Reuniones con la Consejería de Educación, con los partidos políticos, con las organizaciones sociales, con los grupos parlamentarios... han copado la agenda de las últimas dos semanas. Y lo han hecho en un tono sereno, de diálogo, de intercambio, de propuesta... por supuesto, también de discrepancia, de mucha discrepancia en ocasiones, pero siempre desde la aceptación del otro; en este caso, desde la aceptación por todos los partidos y organizaciones, de la escuela concertada católica como una realidad valorable, respetable y reconocida.
¡Cierto! Durante muy pocas fechas, hemos mantenido encuentros con responsables de Ciudadanos, Socialistas, Populares, Podemos,... Hasta llegar al día de hoy, con una amplia comparecencia de José Antonio Poveda en la Comisión de Educación de la Asamblea de Madrid. Encuentros que, además, se han adaptado a formatos innovadores, como es el caso del celebrado con responsables de Podemos, que consistió en una visita a uno de nuestros colegios desarrollada durante toda una mañana, aprovechando para visitar aulas, hablar con profesores, dialogar con alumnos...
Unos encuentros que, y quizá aquí venga lo noticiable y lo que produce esa leve esperanza, se han caracterizado por un reconocimiento unánime, -sí, digo bien, unánime- de la espléndida labor realizada en los centros concertados de Escuelas Católicas de Madrid... Una escuela que, a juicio de todos -si, digo bien, todos- se caracteriza por su vocación educativa, por la profesionalidad de su profesorado, por su compromiso social, por su identidad, por sus raíces... Es decir, una escuela de la que se puede decir de todo -de todo bueno, eh-, menos que es nueva, oportunista, o que pasaba por ahí. En definitiva, una escuela que no es nueva concertada, sino veterana concertada, y sobre todo, veterana escuela, con decenas o incluso centenas de años a sus espaldas, y que hace de la transmisión de los valores del humanismo cristiano su razón de ser.
Particularmente, me ha sorprendido gratamente este reconocimiento unánime -sí, digo bien- de la riqueza de nuestra escuela concertada y del valor de su aportación cualificada, equitativa y plural a nuestro sistema educativo. Y es que resulta grato escuchar a responsables políticos cuyos posicionamientos oficiales no se sitúan precisamente en la vera de nuestro modelo educativo, hablar y hablar bien públicamente de nuestros colegios concertados, y destacar y reconocer nuestra aportación en el campo de la innovación educativa, de la inclusión, de la calidad y de la equidad.
Ojalá los posicionamientos que hemos podido conocer durante estos días, que los cuatro grupos parlamentarios han hecho públicos en la comparecencia de esta mañana, constituyan un hito firme en un proceso que, seguro, será complejo y, seguro, complicado, lleno de idas y venidas, pero que debiera llevarnos inexorablemente a un quimérico mundo en el que finalmente hablemos de EDUCACIÓN... de EDUCACIÓN con mayúsculas... de EDUCACIÓN sin apellidos.
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales