Desde hace años se intenta usar a la escuela como “apagafuegos” de cualquier tipo de incendios. Hay que hacer educación sexual: que la haga la escuela. Prevención de las adiciones “de eso se debe ocupar la escuela”; La educación vial: se debe hacer en el colegio”. Y así un largo etc.
Y sin embargo lo que si podemos afirmar, es que dirigir un colegio es algo así como ser alcalde de un pueblo o una ciudad:
- En un colegio también puede romperse una tubería, o haber un apagón de luz, o no funcionar un día la calefacción…, y encima aguantar las quejas de los padres…
- Y no digamos lo que supone un corte de electricidad de solo un par de horas. Bueno, y en el día de hoy, una simple caída de la Red que nos deja unas horas sin internet…
- Puede haber un día con tres o cuatros profesores de baja de manera inesperada y provocar un caos en la organización del colegio.
- Y por supuesto, no es nada raro, ni tampoco generalmente con mayores consecuencias, que un alumno/a se rompa un brazo, tenga un esguince en una pierna, se rompa un diente o choque contra otro y le crezca un aparatoso chichón.
Y como en los ayuntamientos:
- Hay “política económica”: cuadrar las cuentas con unos presupuestos en los que no te permiten controlar los ingresos, pero no te exonera de ninguno de los gastos necesarios.
- Hay que tener contentos a los electores: Hay padres que ciertamente colaboran con el colegio, pero también otros que parece que su puesto está en la oposición.
- Hay que atender a las quejas ciudadanas: y hay familias convencidas de que su hijo recibe un trato agresivo por parte de sus compañeros o injusto por parte de sus profesores.
- No se puede olvidar el marco organizativo: y hacerlo de tal manera que encajen las horas necesarias, las exigencias –a veces justas y otras caprichosas- de los profesores, y hasta en ocasiones puntuales a las “exigencias ocurrentes de un/a inspector/a iluminado/a”.
- Y hasta nos afecta el tema del paro y lo recortes: cuando –nada raro en las ultimas décadas- cambia la ley de educación y hay profesores que pasan de ser indispensables para impartir ciertas materias a convertirse en “inservibles” para la nueva situación.
- Y luego están las relaciones con las distintas administraciones: las licencias y permisos que “dicen” son para velar por nuestra seguridad, un montón de papeleo y burocracia, que nos deja semi-paralizados. O a veces te encuentras alguna “autoridad de la administración educativa” que te recuerda que “ellos son la ley y “tienen la sartén por el mango”.
- También debemos mantener nuestra centro en comunión con la Iglesia, en concreto con las parroquias del entorno y con las entidades que nos representan y defienden.
- Y claro, alguna vez, nuestros ciudadanos, los alumnos discuten entre ellos e incluso se pelean. Y cierto que la cosa no suele ir a mayores. Pero ahora hay dos peligros muy grandes en ellos: “El lenguaje” y la “paternidad mal entendida”. Solo hay una cosa más peligrosa que emplear la palabra “acoso” o ”bullyng”. Eso ya es un problema enorme que complica y agranda todo. Pero la complicación se agiganta cuando los padres deciden entrar en acción y tratar de arreglar ellos las “riñas” entre niños o adolescentes.
Y así como en los ayuntamientos, hay que tener un “programa” que nosotros llamamos PROYECTO EDUCATIVO” donde lo que más interesa son los “habitantes” más importantes de nuestras ciudades”: NUESTROS ALUMNOS. Por ellos, por su crecimiento, por su educación y evangelización, nosotros aceptamos este reto de servir a nuestros “ciudadanos”.
En los momentos actuales. Es normal la existencia de Equipo de Titularidad o de Fundaciones que son responsables de varios colegios. En estos casos ya más que ayuntamientos, parecen diputaciones… con variedad de pueblos, cada uno con sus propias peculiaridades y problemáticas.
Manuel Barahona Álvarez
Secretario ejecutivo de la Fundación Educación y Evangelio