Ruido, irritación, tensión, palabrería, tensión, humo, más humo, fragilidad, levedad, inmediatez, superficialidad...
Sí, vivimos momentos de todo eso. Tiempos de rapidez e insustancialidad. Tiempos de bronca. Tiempos de visceralidad...
Por eso llama más la atención que alguien, llevado únicamente por su profundo compromiso personal y con la única intención de ayudar al prójimo, pierda la vida en el terrible accidente sufrido en el edificio parroquial de la calle Toledo. Insisto: con la única intención de ir a los hechos, de ayudar con la acción, y dejarse de palabras, intereses cortos y humo.
David Santos, uno de los cuatro fallecidos en la explosión de la calle Toledo. Un padre de familia numerosa, que a sus 35 años ve abruptamente malograda su vida, dejando mujer y cuatro hijos. Un hombre comprometido, feligrés de la parroquia y voluntario, que imagino optando por dar la espalda al humo, a la palabrería y a la crispación, para dar la cara al bien, a los hechos, al arraigo, a la entrega, a la acción.. a esa acción que pretende ayudar al otro.
Deja cuatro hijos, todos ellos alumnos de centros de Escuelas Católicas de Madrid, Y él mismo lo fue del cercano colegio del Sagrado Corazón. A todos ellos, a sus hijos y a su mujer, nuestro abrazo y nuestro respetuoso silencio. No hay palabras, pero sí profunda emoción agradecida. Oramos por él, por el padre Rubén y por el resto de las víctimas.
Ellos son testimonio y referencia. Optaron por la acción comprometida, y no por la palabrería interesada. Nuestro reconocimiento y gratitud a todos ellos. Y nuestra Oración.
Descansen en Paz.
Emilio Díaz
Responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales de ECM